sábado, 16 de febrero de 2008

¿En qué consisten las prácticas?

Las prácticas consisten en la defensa oral de dos discursos emotivos (la anécdota y el monólogo) y otro argumentativo (la "disertación inversa"). La razón de que no haya discursos expositivos es que, por lo general, éstos se ejercitan en todas las presentaciones que se hacen para otras asignaturas.

1. La anécdota

– La anécdota tiene su razón de ser en la excepcionalidad del los hechos que acontecen por lo que en la fase de la inventio hemos tenido que ser conscientes de dicha característica. Lo excepcional –aunque parezca ciertamente contradictorio– sigue siendo un “lugar común” donde a todos nos gusta estar de vez en cuando. Una vez que sabemos que lo que vamos a contar es especial nos queda estructurarlo de tal forma que la audiencia no pierda el interés en lo que estamos contando. Para ello es fundamental imprimir a nuestra historia lo que comúnmente se conoce como ritmo narrativo.

Decíamos que una anécdota tiene una estructura narrativa clásica de plantemiento, nudo y desenlace. “A alguien (sujeto protagonista) le ocurre algo que desequilibra su statu quo y después trata recuperar su equilibrio inicial o superarlo”. Si profundizamos más nos encontramos con que el planteamiento o introducción acaba con un acontecimiento nuclear o detonante al cual se le atribuye el comienzo de “la verdadera historia”. El detonante es el punto de inflexión a partir del cual se desencadena el resto de acontecimientos. Estos acontecimientos se desarrollan en el nudo o parte central de la historia y adquieren una estructura gradual ascendente; es decir que lo que ocurra a partir del detonante ha de ir creciendo en importancia para el sujeto protagonista. Estas complicaciones progresivas culminan en un punto de tensión máxima llamado clímax. A este clímax le precede la crisis en la cual el sujeto protagonista se encuentra más acorralado que nunca. Una vez que el sujeto supera el estado crítico en el clímax llegamos al desenlace o la resolución del conflicto planteado en el detonante. Un elemento que ayuda a captar la atención final de la audiencia es la introducción de un contra-clímax. Después de un falso final o resolución, cuando el espectador se ha relajado después de la tensión emocional de la crisis y el clímax es el momento oportuno para introducir un contra-clímax y así acabar la historia en un punto emocional álgido por lo que tendremos más posibilidades de agradar al público.

Para conseguir un contra-clímax efectivo se suele recurrir a la “estructura de cerramiento” que consiste en acabar retomando algún elemento nombrado en el planteamiento. Otro final típico de las anécdotas suele ser la moraleja o aprendizaje moral en la que el orador o la oradora hace una reflexión sintética sobre el impacto que tuvo en su interior dicha experiencia.

2. El monólogo

– En el monólogo partimos de unos presupuestos contrarios a los de la anécdota. Así como una anécdota esta basada en la excepcionalidad de los hechos narrados, el monólogo hunde sus raíces en los tópicos aristotélicos, en los “lugares comunes” que unen a los seres humanos. Lo que es excepcional en este caso es la visión de sobredimensionada del hablante, que hace suya la percepción de lo cotidiano. En cuanto a la disposición de los elementos –frente a la linealidad de la anécdota– los monólogos se estructuran en torno a uno o varios dominios semánticos con el objetivo de crear isotopías que sirvan para imprimir una sensación predominante de coherencia discursiva. No serviremos de pequeños insertos o micro-narraciones en forma de ejemplos, analogías, metáforas, gags, chistes y todo tipo de figuras retóricas. No obstante, cualquier monólogo se puede adherir a la estructuración tripartita en la que primero introduciríamos el dominio semántico o tema a tratar, después desarrollaríamos o profundizaríamos con los ejemplos y las analogías y por último acabaríamos con una conclusión en forma de chiste sintético.

Al igual que en la anécdota es pertinente acabar el monólogo en un punto álgido de interés. Para ello, recurriríamos otra vez a la “estructura de cerramiento”, que en este caso consistiría en retomar para el chiste final un elemento relevante del comienzo del monólogo.

En los monólogos debe primar la ironía. La ironía es un tropo mediante el cual se da a entender lo contrario de lo que se dice. Se da cuando, por el contexto, la entonación o el lenguaje corporal (guiñando un ojo, alzando y bajando los dedos corazón e índice de ambas manos sobre la cabeza, colocando el pulgar sobre los otros dos dedos bajados mientras se dice la ironía) se da a entender lo contrario de lo que se está diciendo. La intención que generalmente de tener una perspectiva cambia dependiendo de las acciones o efectos de la cual se aleja por posibilidades externas. Cuando la ironía tiene una intención muy agresiva e hiriente, se denomina sarcasmo.

3. "Disertación inversa" sobre un tema moral, social, político o filosófico

En esta práctica los estudiantes deberán defender una postura contraria a la que ellos tienen. Esto quiere decir, que si, por ejemplo, están a favor de la legalización de las drogas, deben argumentar en su contra. Algo importante es no caer en el cliché que ellos tengan a cerca lo que pensaría la típica persona que esté en contra de la legalización. El alumno deberá evitar a toda costa la ironía en su discurso. El ejercicio que propongo es el de buscar los vacíos argumentales que los estudiantes tenga sobre sus propias convicciones para dar la vuelta a su discurso.

La estructura de la disertación deberá respetar el siguiente patrón: un exordium o parte inicial que tiene por objeto captar la atención (el interés o favor) del oyente (captatio benevolentiae) e indicar a este la estructuración del discurso; una parte media con narratio (exposición del asunto y tesis del orador al respecto) y argumentatio (con las razones que sustentan dicha tesis); y, finalmente, una peroratio o recapitulación (síntesis) de lo dicho con apelaciones al auditorio.

Para los discursos monográficos enfocados a la persuasión, convienen las estructuras gradual ascendentes. En el caso del discurso periodístico, la tendencia del lector a abandonar al principio recomienda el uso de la estructura gradual descendente: colocar lo más importante al principio. La retórica clásica recomienda para los discursos argumentativos monográficos el orden nestoriano, el 2,1,3: esto es, en primer lugar los argumentos medianamente fuertes, en segundo lugar los más flacos y débiles y en último lugar los más fuertes. La refutatio de las tesis divergentes debe servir para dar más fuerza y credibilidad a la nuestra. En la refutatio se exponen los argumentos en contra para luego contraatacarlos o contraargumentarlos. Para llevar a cabo eficazmente la refutatio es importante ponerse en la mente de las personas que pudieran estar en desacuerdo con nosotros y pensar hipotéticamente “qué me contestarían si yo dijera…”. En este sentido, podemos hacer una analogía con el juego de ajedrez en el que un jugador debe adelantarse a los movimientos de otro para sorprenderle.

Existen tres tipos de argumentos que pueden ser empleados en un discurso: los relativos al ethos, al pathos y al logos.

- Argumentos ligados al ethos (estatismo emocional): son de orden afectivo y moral y atañen al emisor del discurso; son, en suma, las actitudes que debe tomar el orador para inspirar confianza a su auditorio. Así, debe mostrarse: sensible y confiable: esto es, capaz de dar consejos razonables y pertinentes. Un "argumentum ad verecundiam" (argumento dirigido al respeto en latín) es un ejemplo de argumento ligado al ethos e implica refutar una afirmación de una persona aludiendo al prestigio de la persona opuesta que sustenta el argumento contrario y al descaro del que se atreve a discutirlo, en lugar de considerar al argumento por sí mismo. Otro ejemplos son el "argumentum ex populo" que consiste en defender un determinado argumento alegando que todo el mundo está de acuerdo con él, el "argumentum ad hominem" que implica responder a un argumento o a una afirmación cuestionando a la persona que lo formula (en lugar de al argumento por sí mismo) o el "argumentum tu quoque" (tu también) que consiste en atribuir al interlocutor la misma cualidad que éste está atribuyendo al individuo que critica para demostrar que esta cualidad atribuida es falsa o para restarle validez al argumento del interlocutor.

- Argumentos ligados al pathos (dinamismo emocional): de orden puramente afectivo y ligados fundamentalmente al receptor del discurso, estos argumentos están destinados a hacer nacer en el auditorio las emociones, pasiones y sentimientos, y tras ser adaptados a la psicología del público concernido. Estos argumentos deben suscitar la cólera, la amistad, el odio, el temor, la seguridad, la indigación, la piedad... Un ejemplo sería el "argumentum ad baculum" que supone sostener la validez de un argumento basándose en la fuerza o en la amenaza del uso de la fuerza que también puede ser considerado como un subtipo de "argumentum ad consequentiam" en el que el argumentante se ve forzado a admitir la validez de la falacia para evitar las consecuencias negativas de no hacerlo (apela al miedo). Los ejemplos, las fábulas y las alegorías suelen ser utilizados como argumentos ligados al pathos.

- Argumentos ligados al logos (razón): argumentos ceñidos al tema y mensaje mismo del discurso; se entra aquí en el dominio propiamente de la dialéctica y se utilizan sobre todo los deductivos y los analógicos. Un ejemplo de argumento lógico es el "silogismo deductivo" el cual consta de dos proposiciones como premisas y otra como conclusión, siendo la última una inferencia necesariamente deductiva de las otras dos. El "entimema" es un tipo de silogismo que ha suprimido alguna de las premisas o la conclusión por considerarse obvias o implícitas en el enunciado. Los argumentos analógicos son ejemplos que van de lo particular a lo particular y por esta razón no son de carácter necesario.

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